domingo, 21 de noviembre de 2010

Sigo vivoooooooooooo

Cuando me planteé esto de hacer un blog pensé que no me iba a resultar tan difícil, pero no sé si es la indolencia, la falta de creatividad o qué, el caso es que hace ya meses que no lo actualizo. ¿Cómo carallo voy a tener seguidores si no hago nada?.

Pero bueno, nunca es tarde; entono un mea culpa y me dispongo a retomar esta vena creativa literaria exhibicionista. Y nada más fácil que editar en este blog una entrada en otro blog. Mía, por supuesto, pero escrita hace ya algunas semanas.

Desde hace un par de meses he fichado por un club de atletismo bastante peculiar. Prometo algún día hablar de él, de sus miembros, de sus peculiaridades... pero por ahora voy a ser egocéntrico y voy a hablar de mí, y nada mejor que escribir sobre la carrera de Santiago del pasado mes de octubre, la "pedestre de Santiago".

Y aquí va lo prometido, la crónica que hice para el blog del CARMA (Centro de Alto Rendimiento Marisqueiro, para los no iniciados).




Siempre me ha gustado correr con un poco de lluvia, y sentir que el agua te cae en la cara mientras devoras kilómetros, así que el sábado me acosté tranquilo, pues aunque estaba lloviendo y las previsiones, (meteogalicia, eltiempo.es, elpais.com, telediario, noticias cuatro….) daban lluvia para el día siguiente en Santiago, mi natural optimista me decía: “malo será, David. Al final serán sólo cuatro gotas, y justo antes de la carrera”.

El caso es que el viaje hasta Santiago me hizo ver la realidad. Íbamos a tener agua para aburrirnos. Así que como no es recomendable correr con paraguas y botas de goma, antes de salir del aparcamiento de San Clemente decidí la indumentaria apropiada, es decir, la misma de siempre. Me preguntaba si habría mucha gente que correría con su camiseta o harían caso a la organización y se pondrían la camiseta conmemorativa de la carrera. Fuera como fuese yo lo tenía claro. Mis queridas Mizuno y por supuesto, la equipación oficial de mi equipo. Que la negra es mucha negra, oiga.

Calentando (o intentándolo) me encontré con Mincha, con Canido y con Tara. Hablamos un poco y nos deseamos suerte.

A las 10 en punto dieron la salida. Nada nuevo. Tanta gente intentando correr al mismo tiempo siempre hace que no puedas coger tu propio ritmo hasta pasado un buen tramo. De todos modos este año no lo he notado tanto. El hecho de que la salida sea cuesta arriba y en una calle ancha creo que hace una pequeña selección, y va poniendo desde el principio a cada uno “en su sitio”.

Subiendo este primer tramo de Xoan XXIII me pareció oír los ya tan conocidos “cánticos guerreros” de la gente de la BRILAT o de la Escuela Naval. Sin embargo no volví a escucharlos en toda la carrera. ¿habré ido muy rápido o es que los militares que participaron en la carrera se “desmilitarizaron” un poco (o sea, se civilizaron)?

En los primeros kilómetros la carrera discurrió tranquila y sin sorpresas. Agua, agua, mucha agua.

A la altura del km 5 aproximadamente oí una voz a mi lado que decía “ese Carma…”. Era Jotaeme, y juntos fuimos un ratillo, justo hasta la subida de Santiago de Chile, donde nos separamos. Antes le pregunté su nombre, para confirmarlo y ponerlo bien en esta crónica.

Las cuestas no se me dan muy bien, pero esta primera, así como su continuación en Rosalía de Castro no me supusieron un gran problema. Pongo la reductora y…voy subiendo. Además, esta cuesta no es como para dar problemas, esta zona la conozco y sé que no es muy larga, y luego viene el descanso de entrar en la zona deportiva…

Pero el problema para mí llegó en las novedades de esta edición. Por motivo de las obras en no sé qué calle, el recorrido se ha desviado este año y de repente, cuando voy cogiendo otra vez un ritmillo cómodo, me encuentro con la cuesta de San Francisco. No es muy larga, pero tan empinada, tan de repente y tan inesperada…. La subo, vale, y luego la bajo (rúa dos castiñeiros, con aquaplanning incluido), pero me quedo tocado esperando la cuesta de Vite.

Y Vite que no llega. Se me hizo larguísimo el trayecto hasta allí. Y una vez que llegué… pues como siempre. Larga, pero bien. Como ya dije antes, pongo la reductora y hasta arriba. Y una vez que llegué, a recuperar un poco la respiración y el tiempo perdido (tanto que el último kilómtero lo hice en menos de 4’, algo nuevo para mí)
Y como siempre, entrar en la zona vieja de Santiago no tiene precio. Correr por estas calles es una maravilla, sobre todo, para mi gusto, cuando llegas a la “praza de Toural” y enfilas a “rúa do Vilar”, donde ya ves la torre de la Berenguela (este año con luminaria encendida), giras Fonseca y entras en el Obradoiro, aunque este año la plaza estuviera un poco deslucida con ese armatoste/altar/escenario que han montado para la semana que viene para la visita de no sé quién.

Y otra novedad este año. La llegada no supone tapón detrás del palacio de Raxoi. No sé cuál es la razón, pero desde luego se agradece, con la que está cayendo, lo que menos apetece es quedarse quieto.

Avituallamiento, familia, ropa seca, café (como decía aquel, “con leche o con leite, pero que estea ben quentiño”)… y al llegar a casa comprobar los resultados de los compañeros del mejor club de atletismo que conozco.

CANIDO (54:19), PAPABALOO (57:23), MINCHA (57:40), MIGUEL (57:41), KHENE (1:03:28), TARA (1:16:06), TARTARUGO (1:29:10)

Felicidades a todos. Nos vemos en otra


lunes, 10 de mayo de 2010

Noche de música y poesía



No sólo de correr vive el hombre… por eso hoy hablaré de otra cosa.



El pasado 30 de abril tuve la suerte de asistir a uno de los recitales más intensos que he podido ver en mi vida. Actuó en Pontevedra Joan Manuel Serrat, con su nuevo espectáculo “hijo de la luz y de la sombra”, homenaje al poeta Miguel Hernández.


¿Qué puedo decir?. La verdad es que no soy nada objetivo. Ya desde antes del concierto tenía las emociones a flor de piel. Mi cantante, mi poeta, juntos en un escenario.


No desvelaré el repertorio que Serrat nos reservó para esta maravilla, aunque es bien sabido que únicamente canta poemas de Miguel Hernández. La música a la mayoría de los textos la ha puesto el propio Joan Manuel , aunque como él dice, no le resultó tarea muy difícil. Los textos del poeta tienen ya su propia música. Ejemplos de perfecta unión música letra son “la palmera levantina”, “el silbo del dale” o “del ay al ay por el ay” (magistral esta última).


En primer lugar, decir que la impresión que me causó Serrat fue muy buena. La última vez que le vi en directo estaba… en fin, bastante flojo, pero este día demostró que es un gran profesional. Ha recuperado voz, y sobre todo, tiene las tablas y la experiencia suficiente como para tirar de oficio y salir más que triunfante de todos los lances.


Empezó el concierto con “llegó con tres heridas”. La vida, el amor, la muerte. Introducción perfecta a lo que estábamos a punto de disfrutar durante casi dos horas. Porque Miguel, por boca de Joan Manuel, nos iba a hablar de eso esta noche, y a partir de ahí Serrat nos fue desgranando perlas de la obra del poeta, poemas elegidos con gran mimo y acierto, y que demuestran el conocimiento profundo que de la obra de Miguel Hernández tiene el cantante. A los poemas musicados hace ya casi 40 años le une los de nueva factura, haciendo un repaso a la vida y a la obra del poeta. Las canciones elegidas no siguen un orden cronológico al cien por cien, pero nos van llevando por la vida del poeta, desde sus poemas más jóvenes de luz alicantina, a sus presagios más oscuros, a su conocimiento de la vida, del mundo, el hombre, la guerra, el amor, el hijo, la cárcel, la mujer, el hambre, la esperanza, el amigo, la muerte, el destino.



Como decía al principio, fue una noche de poesía y emociones. Desde el primer momento las palabras del poeta me conmovieron hasta el punto de emocionarme en varias ocasiones. ¿Cómo no emocionarse escuchando la elegía a Ramón Sijé?, ¿cómo no sentirse pequeño ante el dolor de las “Nanas de la cebolla”?, y tantas y tantas otras…



Mención especial tiene la adaptación del poema que da título al disco y al recital “hijo de la luz y de la sombra”. Es muy difícil captar toda la esencia del poema (30 serventesios alejandrinos) en una canción, y Serrat tiene que extraer lo esencial, y creo que lo consigue. Este poema siempre me ha conmovido, y pasan los años y sigue descubriéndome matices nuevos y provocándome emociones muy intensas; es quizás el poema más profundo de Miguel Hernández.


Me llamó mucho la atención cómo la gente guardaba un silencio espectacular durante todas las canciones. No ocurrió lo que en infinidad de ocasiones hemos visto. Cuando empieza una canción que todo el mundo conoce, la gente aplaude, canta, comparte, incluso vuelven a aplaudir antes de que termine. Aquí no. El silencio era abrumador, sólo la voz del cantante y los versos del poeta lo rompían, y cuando acababa, entonces sí, el teatro se caía con el aplauso unánime del público.




Ocurrió con todas las canciones excepto con una. Cuando los músicos atacaron los primeros acordes de “Para la libertad”, la ovación fue espectacular, y tras una interpretación magistral de Serrat el estallido de aplausos y vítores fue abrumador.


Y así discurría la noche. Para mí fue mágica. Disfruté de la poesía y de la música como hacía mucho tiempo que no disfrutaba. Sé que en julio Serrat vuelve por estas tierras, pero no creo yo repita. Ganas tengo, desde luego, pero no quiero romper el recuerdo tan bonito que me ha quedado.


Y Serrat lo hizo redondo. Como colofón, los últimos versos de Miguel que cantó, cerrando el círculo que comenzara dos horas antes

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios

jueves, 29 de abril de 2010

MAPOMA 2010

Unos días antes del maratón un amigo me preguntó que en cuánto tiempo esperaba acabar este año mi cita con Filípides, y le contesté algo así:
Un sueño, 3:30
Un objetivo, 3:40-3:50
Satisfacción, 4:00
Un consuelo, acabarlo
Pongo el despertador a las 6 para desayunar tranquilo y no ir con el estómago (ni el intestino) lleno. Miento. Soy un tipo maniático con algunas cosas, supersticioso si quieres, así que pongo el despertador a las 6:01 (igual que el año pasado).

Llegamos a Cibeles un poco antes de las 8. El ambiente es tan impresionante como todos los años, aunque este año hay más gente, ya que aparte del maratón se va a correr una prueba paralela de 10 kms. Voy frente al ayuntamiento para verme con la gente del foro y ¡horror!, está todo en obras, y la mitad de los corredores han quedado en el mismo sitio, así que al final no consigo ver a nadie. Una pena, me apetecía verles y desearles suerte. Otra vez será. Y este año, otra vez, a correr solo el maratón, que es como he hecho los 6 anteriores.




Y de repente veo dos caras conocidas, son Jeff y Banderas. Hablamos de los tiempos que queremos/podemos hacer. Jeff dice que va a 3:45 y Banderas a 3:30, así que decido quedarme con ellos.
No quiero agobiarme con tiempos, pero ya desde el principio pienso en salir a 5 minutos el kilómetro, e ir probando qué tal voy, ir fijándome en las sensaciones más que en el crono. Jeff dice que iremos juntos hasta plaza de Castilla, pero que allí él seguirá a su ritmo, porque Banderas seguro que se lanza.

La subida por la Castellana es buena. Al principio rodamos algo más lentos de lo que nos gustaría, pero tenemos muchos kilómetros por delante para ir ajustando el ritmo, así que no nos agobiamos. Cuando llevamos 2’5 kms. , nos cruzamos con Gebreselassie, (él ya lleva 5), que baja por la Castellana en solitario en su carrera de 10 kms. Por supuesto, gritamos y aplaudimos. Aunque es un instante, es una pasada verle correr.

Cuando pasamos el Bernabéu el camino se bifurca en dos. Por la derecha los de la carrera de 10, por la izquierda los maratonianos. Hemos ido compartiendo casi 4 kms, y los de la carrera de 10 rompen a aplaudir y a animarnos. Es un momento muy bonito, me resulta emotivo. “Ya estamos como el año pasado”, me digo, “con la lagrimita a flor de piel”. Pero también me digo a mí mismo que no, que este año tengo que mantenerme más entero y dejar las emociones para otro momento, no sea que me jueguen una mala pasada.

En plaza de Castilla Jeff se despide de nosotros. Banderas y yo seguimos a lo nuestro. La verdad es que hemos cogido un ritmillo bastante majo. Vamos bajando de 5 minutos el kilómetro, así que dentro de poco habremos compensado lo que “perdimos” subiendo la Castellana. De hecho, pasamos el 10 en 50:25 (según mi crono, según el suyo en menos tiempo, porque en algún momento se le ha debido de parar). Ya empieza a hacer calor, aunque no es nada comparado con lo que nos espera.

Al llegar a Cuatro Caminos escuchamos el primer grupo musical de animación… ¡unos gaiteiros!. Banderas y yo pasamos aturuxando , y un “eeeeeeeeeeeeeeeeee Carballeira” nos sale del fondo del alma. Los gaiteiros nos sonríen. Esos ánimos en Do nos tienen que llevar en volandas hasta el Retiro.

Islas Filipinas, Guzmán el Bueno, Alberto Aguilera, Fuencarral, Gran Vía, Puerta del Sol, Mayor, Bailén. Como dice mi amigo Khene, correr el MAPOMA es como correr por un tablero del monopoly.

La llegada a Sol es un año más indescriptible. Bueno, este año mejor, porque ya han acabado con las obras. Es tal el subidón que me pega que necesito gritar, hincho los pulmones de aire y grito “VIVA LA REPÚBLICA”. Gran parte del público me responde. A mi amigo Banderas le hace gracia. Bueno, le hizo gracia y le gustó, porque al llegar al Palacio Real en la Plaza de Oriente fue él el que repitió la consigna.

Estos últimos kilómetros los hemos hecho a un ritmo buenísimo. El 15 lo pasamos en 1:14, y el 20 en 1:39. Voy bien, pero me empieza a entrar el miedo, ¿aguantaré así hasta el final?


En Bailén veo a mi hermano, lo que siempre anima mucho. Dice que me vuelve a ver en Príncipe Pío. Enfilamos la Calle Ferraz hacia la media maratón. Pasamos en 1:43:42. Banderas me dice que es su mejor marca en media.

Aunque voy bien y cómodo, me doy cuenta de que empiezo a larvar los primeros pensamientos negativos. Empiezo a tener más dudas sobre mis posibilidades de aguante. Me da la impresión de que cada vez que atacamos una pequeña subida mis piernas me mandan señales de alerta.

Pasamos el 25 en 2:02 (a 4:39 los últimos 5 kms.). De todos modos, estoy en el kilómetro 25 y mi cabeza ya está en el 32, sufriendo la cuesta de salida de la casa de campo.

Nada más entrar le digo a Banderas que siga, que yo no puedo seguir ese ritmo (va como un tiro), así que nos despedimos y nos deseamos suerte. Le veo alejarse poco a poco. Me habría gustado aguantar con él. Reconozco que me da envidia. ¿Cómo te puede caer tan bien y tan mal un tío al mismo tiempo?

De repente me doy cuenta de que estoy empezando a calcular en qué kilómetro podré pararme haciendo al menos un tiempo “digno”. La cabeza me lleva por caminos que no quiero. Empieza el trabajo psicológico duro. Ya me he enfrentado otras veces a él. Nada nuevo. A pelear, David, que te quedan más de 16 kilómetros.

En la casa de campo sufro. Paso el 30 en 2:29. Voy bien de tiempo, pero sé que a partir de ahora voy a bajar el ritmo, quiera o no. Adiós 3:30. Otro año será.

Tengo mucho calor, las piernas parece que no quieren ir a la velocidad que les digo, la cabeza también quiere ir por libre. No quiero pensar en el muro, pero sé que está ahí. Intento abrir un sobre de glucosa y con el sudor de las manos no puedo, con los dientes tampoco. Parece mentira cómo un hecho tan tonto puede adquirir de repente una importancia tan grande. Me siento solo, desvalido, inútil, desprotegido… pero me rehago. El paso por el metro de Lago y la salida de la casa de campo los vivo como un triunfo. Además, tengo un kilómetro de cuesta abajo para recuperar.

Veo a mi hermano. Le digo que me voy a las 3:40, me dice que voy de puta madre, y yo le digo que no. Paso el 35 antes de las 3 horas (2:56) y oigo las campanas de la Almudena. Recuerdo que el año pasado escuché esas campanas antes del 33. O sea, que voy mejor que el año pasado.

En la cuesta de la Calle Segovia vuelvo a ver a mi hermano. Estoy sufriendo mentalmente mucho. Me dice dónde está colocada mi familia en el paseo de coches del Retiro para verme llegar. No le hago mucho caso, creo que voy al límite.

Y es aquí donde empezó mi verdadero sufrimiento. La cabeza dándome órdenes de parar, las piernas sacando fuerzas de donde no las hay. Bajo mucho el ritmo y me peleo conmigo mismo. Me voy poniendo pequeños objetivos. “Venga, hasta aquella rotonda”, “venga, hasta el siguiente kilómetro”, “venga, hasta aquella gente”, “venga, hasta el avituallamiento”, “venga, hasta el 39”, “venga, hasta Atocha”, “venga, en Atocha no puedes parar”.

Pero llega la cuesta de Alfonso XII, ya estás en el Retiro, sólo hay que rodearlo, entrar y disfrutar del paseo de coches, pero la cabeza no me da para más. A punto de ver el 40 dejo de correr y me pongo a andar.

Me duele todo. Un pie, las piernas, el pecho, el alma. Ahora sí que sí. Al menos he llegado hasta aquí, y la entrada en meta es un hecho. Alterno carrera con paseo. En la Plaza de la Independencia vuelvo a coger fuerzas, la calle Alcalá tengo que subirla corriendo, pero me paro a la mitad, sigo andando. Hasta que alguien me dice por detrás “venga campeón, que ya estás ahí”. Con una sonrisa muy grande le pregunto si lo dice por mí . “Pues claro”, me contesta un tipo con cara de sufrimiento y felicidad. Le vuelvo a sonreír, le doy la razón y… corro. Entro en el Retiro.

Nunca se me ha hecho tan largo el paseo de coches, pero ya no paro. Busco a mi familia, les veo, me aplauden, les aplaudo. SI, YA ESTOY AQUÍ.


Cuando paso el arco de meta paro mi crono. 3:45:00 OBJETIVO CUMPLIDO
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El broche de oro a este MAPOMA lo pusieron mis hijos cuando llegué a casa al día siguiente. Tras un enorme abrazo con beso me regalan dos dibujos que han hecho para mí entre los dos.
En uno de ellos una figura de un corredor, con perilla y barbita de 2 días, pelo corto, en ropa de deporte y alzando los brazos en señal de victoria. A su lado, una copa dorada con un 1 muy grande.
En el otro, en lo alto un sol muy brillante, con gafas. El cielo está despejado excepto por una pequeña nube a un lado. Sobre una línea que se supone es el suelo, de izquierda a derecha, una pancarta en la que se lee “SALIDA”. Junto a la pancarta, un monigote con una pistola en la mano, dando la salida (¡PUM!). Continuando hacia la derecha un grupo de corredores, sobre los que se lee una nota aclaratoria que dice “otra gente”. Después una serie de obstáculos. Más a la derecha, distanciado del resto de corredores, uno en solitario, con su debida nota aclaratoria: “David”. Despúes el arco de meta, con una cinta roja a punto de ser atravesada por el campeón, y al final, un trofeo, protegido por haces de rayos láser rojos. Y es que es un trofeo muy valioso. Es el trofeo que dos hijos le dan a su padre campeón.
Y al final, como no, no lo puedo resistir y se me acaba saltando una lagrimita.

martes, 20 de abril de 2010

Y digo yo...

Y digo yo...

¿le interesarán a alguien las chorradas y desvaríos que yo pueda escribir en un blog?

¿seré capaz de no aburrirme, y alimentar este blog regularmente?

¿tendré ideas suficientes para no caer en la monotonía y provocar el aburrimiento de mis presuntos seguidores?

¿Habrá que echar muchas horas a esto de escribir para lograr un mínimo de satisfacción personal y/o reconocimiento externo?

¿me echará la bronca mi mujer por andar perdiendo el tiempo en estas cosas en vez de estar estudiando?

Muchas preguntas para mi primera intervención bloguera.

La primera duda ya me ha asaltado cuando tengo que poner el título de mi blog. ¿Hago referencia a correr?¿a las carreras?¿a la gaita?¿a Galicia?¿a Madrid?¿a la Psicología?¿al punto de cruz?¿al camino de Santiago?¿al cine?
La verdad, podría ser cualquiera de estos temas. Cosas que me podrían definir, o al menos dar una pincelada de cómo soy, de lo que soy, del punto al que he llegado después de estas 42 castañas que "platean mis sienes" (perdón, la cabeza entera), así que me quedo con la famosa frase de la película Forrest Gump.
Corre Forrest, corre. Corre hacia donde sea, corre hasta que te aburras de correr, corre sin pensar en otra cosa, corre pensando en lo que quieras, corre para sentirte bien, corre aunque te sientas mal, corre.
Y recuerda que al correr puedes no pensar en nada, o pensar en las carreras, o en la gaita, en Galicia, en Madrid, en la Psicología, en el punto de cruz, en el camino de Santiago, en el cine y en lo que te dé la real gana.
Queda oficialmente inaugurado este blog